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Entrevisto por el periodista Michael H. Miranda, el Premio Nacional de Cine 20l0, Raúl Pérez Ureta, director de fotografía en filmes como Papeles Secundarios, Madagascar, La vida es silbar, Suite Habana, entre otras, responde así:“Una buena parte del cine que he hecho ha estado bajo el signo de la pobreza. El cine es industria y muy cara. Las nuevas tecnologías por suerte permiten realizar muy buenas ideas con poquísimo recursos. Pero esas buenas ideas se pueden contar en imágenes desde cualquier formato si hay talento. Lo más importante para un fotógrafo cuando llega a una locación no es verla sino saber mirarla. Cuando uno mira bien sabe qué valor pueden tener esos volúmenes que están ahí iluminados por cualquier luz. Todo lo que he hecho está en negativo 35 mm, salvo pequeños proyectos. Mi primer largo en digital es Suite Habana, de Fernando Pérez.
-¿Es generosa la luz cubana?
“Para disfrutarla sí, para filmarla es agónica. En exteriores y sobre todo en verano, la luz siempre está dominando al fotógrafo y obliga a buscar soluciones, a filmar en horas determinadas. Este caudal de luz, esta temperatura de color, esta brillantez, es muy difícil dominarla, El sol siempre te está golpeando y eso no puedes taparlo con un dedo.
-¿Existe una escuela cubana de fotografía?
“Existe una forma de retratar en Cuba que está dada por la gran cantidad de excelentes fotógrafos que ha habido. Nombres como Jorge Herrera, que hacía con la luz lo que quería y a quien yo seguí siempre, el viejo Tabío, Mayito García Joya, quien hizo tesis sobre el tema; Pablo Martínez, Luis García, Livio Delgado…Y en las nuevas promociones hay también excelentes fotógrafos que me hacen pensar que eso no se va a perder en el futuro.
-¿Las deudas mayores son con el cine soviético?
“Claro, pero no son solo recientes porque desde que uno comienza se fija en Tissé, los grandes maestros que hicieron películas como El acorazado Potemkin. Tampoco se puede hacer cine en esta parte del mundo sin conocer la obra de Gabriel Figueroa. Todos ellos influyeron en mi generación. Cuando empecé en el ICAIC, muy joven, se estaba rodando Soy Cuba y el acercamiento a Urusevski fue muy provechoso, un hombre que revolucionó la forma de ver la luz, de mover la cámara. Fue un descubrimiento la obra de ellos. Sigo también de cerca la obra de Gordon Willis, que ilumina casi sin luz, le dicen el príncipe de las tinieblas porque con dos lamparitas crea una atmósfera tremenda”.
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