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Releyendo El Mono Gramático, obra cumbre de Octavio Paz, me afirmo en la idea que, primero José Martí en su Diario de Camapaña, y luego Dulce María Loynaz en Jardín, son los escritores supremos a la hora de plasmar Naturaleza en Poesía: claros, apasionados y sorprendentes en dotar de presemcia sobre el papel aves, insectos, tupidas marañas vegetales,imprevisibles sonidos que dan pie a maravillosos conciertos sonoros: tanto Martí como la Loynaz hacen visible lo telúrico y terrible, la belleza y las simas de lo inapresable al más común de los entendimientos, de lo inenarrable: al mexicano, que va por el camino de Galta, casi el mismo camino de aquellos dos, le quedan inintelegibles esencias: polémica del nombrar.
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