Image by scaturchio via Flickr
Ensueño breveCon una íntima atención mirando
me he vuelto hacia el lecho
de cristal exaltado.
me he quedado dormido
mirando. Ahora estoy detenido.
Dormido simplemente,
escondido en el lecho, en una estría blanca.
Allí reposa mi mano.
Yo sin embargo, espero, velo,
con los ojos cerrados.
Pero los dedos, los dedos llenos de sombras
que desmienten la cara,
la que un día. Yo sin embargo
horriblemente duermo,
sin recobrarme, llamando
a la que escapa, escapa levemente,
su intimidad perdida reclamando.
(Rogelio Saunders, en Polyhimnia, pág. 35, Casa Editora Abril, La Habana, Cuba, 1996)
Si al doblar una esquina
Si al doblar una esquina, apareciera
esa persona sola,
yo vería su rostro y sabría.
No por un movimiento de la mano
(esto no es cierto, no es verdad
que así suceda).
Si apareciera, digo,
esa lenta forma vaga
al doblar una esquina,
ya no habría que esperar, ni que soñar.
Respirar ya no sería necesario.
Podría salir a la calle, pues abierto
el lecho de la piedra, caería
la angustia como un traje usado,
demasiado ceñido, poblado de certeza.
No sería extraño el color de la avenida,
y la mano se tendería en el silencio de la mano.
Si apareciera
esa lenta forma vaga
como una espiral inverosímil,
ya no oiría más mi nombre, ni alguien
me esperaría con un largo suspiro,
con una duda intensa, humana.
Vagas formas lentas, nos iríamos,
el solo y el lejano, mudos,
entre oscuros carruajes detenidos.
Girando en qué canción.
A qué nadir llegando.
(Ídem., pág.46.)
La lluvia violeta
Estoy esperando una señal para morir.
Aunque no sea hoy, aunque no sea mañana.,
mi suerte está ya decidida.
Está escrita con fuego en la piedra, desde todos los antes.
Sé que estoy esperándome en el corazón infinito.
El asta pura del ciervo, el cuerno del unicornio.,
esa señal es como un campo que late,
y en cada latido lento expulsa un llamado,
una nota sombría, irrechazable.
Estoy aquí, estoy aquí.
Herido en la tierra, librado a los mistrales,
abierto al orco frío.
Ya solo siento creciendo, las ortigas.
Oh Dios, cuánta demora
Cuánto arrastrarse como una más de las raíces.
Dadme de una vez la espada, la punta ígnea.
Odio la luz, que me recuerda la vida.
Y la memoria, que me somete a los nombres.
Tiempo, corta de una vez este nudo.
Saturno, acaba de despedazar a tu hijo.
Hasta el sonido de lo atroz ha muerto en mi boca.
Grito, temblando, y no me oigo.
¿Qué es esto?
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?
Cállense todos.
Necesito escuchar esa sutil, esa ligera
nota que va rodando por las circunvoluciones del cerebro.
Estoy esperando una lluvia violeta.
(Ídem., pág. 68.)
2 comentarios:
Que bueno y que gusto encontrar estos poemas de Rogelio, la existencia de este blog, y los dos posts sobre Jaad.
Me enteré hoy, casi de casualidad, de este blog que ya le puse un enlace a mi Cuarto de Máquinas.
Gracias. Estamos en contacto.
Encantada de que te guste mi selección de Rogelio Sanunders, y acerca de JAAD, espero que pronto tenga más que comentar en Persona... ¿Has publicado otro libro?
Un gusto. Enlazo Cuarto de Máquinas. Quedamos al habla.
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